Advertencia Contra La Idolatría: (1 Corintios 10:15-22)
Advertencia Contra La Idolatría:
(1 Corintios 10:15-22)
¿Qué digo, pues? ¿Que el
ídolo es algo, o que sea algo lo que se sacrifica a los ídolos?... Antes digo que lo que los gentiles sacrifican, a los demonios
lo sacrifican, y no a Dios; y no quiero que vosotros os hagáis partícipes con
los demonios… No podéis beber la copa del Señor, y la copa de los demonios; no
podéis participar de la mesa del Señor, y de la mesa de los demonios.
(vv. 19-21).
Pastor: Carlos
Ramírez Jiménez:
Tras
estas palabras de aliento, Pablo da suelta a su emoción paternal (v. 14), a
llamar a los fieles de Corinto “amados míos”
(comp. Con 4:15), y le exhorta al decir: “Huid de la idolatría” (comp.
con 6:18). El “Por tanto” con que
comienza el versículo indica una consecuencia; con la mayor probabilidad, esta
consecuencia apunta a la tentación que comportaba el acercamiento a los ÍDOLOS,
casi inevitable para quienes frecuentaban, aun con buenas intenciones, los
templos de los ÍDOLOS.
Dice Trenchard:
· “Los corintios no habían de entretenerse en las antesalas de los templos idolátricos, porque se acercaban a la esfera de la actuación de demonios, quienes tergiversaban los hondos anhelos espirituales de la multitud, convirtiéndolos en superstición y vivió”.
I. Advertencia Contra La Idolatría: (1
Corintios 10:15-22):
A los demonios lo sacrifican, no significa que el ídolo1) sea después de todo alguna divinidad. Lo que el escritor más bien quiere decir es que, en tanto que los ídolos y cosas sacrificadas a los mismos no son nada, las fuerzas diabólicas se sirven de ella para apartar a los hombres [y mujeres…] del verdadero Dios (comp. Dt. 32:17, 21).
1.1.
Los Sentidos. (v. 15):
Apela primero al buen sentido y discernimiento de ellos (v. 15): “Como a sensatos os habló; juzgad vosotros lo que digo”. El vocablo phrónimos que Pablo usa aquí tiene sentido de “prudente, precavido, sagaz”, y no hay motivo para pensar que lo dice irónicamente.
1.2. El Contraste.
Pasa
luego a establecer un contraste entre la comunión que tenemos con el Señor
mediante el rito de la Cena del Señor y la comunión con los demonios mediante la participación en el
festín dedicado a honrar a los ídolos.
Es menester tener en cuenta que, en los sacrificados del Antiguo Testamento, los que comían de lo ofrecido en sacrificio participaban del sacrificio mismo, con lo que no sólo rendían así culto a Dios, sino también manifestaban su comunión con Él (v. 18).
1)
La copa de bendición (v. 16).
Era el nombre que se daba a la tercera copa de la Cena pascual. Es posible que fuese ésta la que el Señor usó para la institución de la ordenanza de la Cena. Tanto el partimiento del pan (v. 16b), como el beber de la Copa, eran símbolos expresivo y claro memorial de la muerte de Cristo al ser roto, es decir, horadado su cuerpo y derramada su sangre en el Calvario, como puede verse en los relatos de Mateo 26:26-29; Marcos 14:22-25; Lucas 22:17-20 y, en esta misma epístola, 11:23 y ss.
2)
La expresión “que
bendecimos”.
No
implica ninguna “consagración” al modo
como la Iglesia de Roma, la Ortodoxia
Griega y la Iglesia Alta de Inglaterra lo entienden, de forma que el Vino y el Pan den paso al cuerpo y
a la sangre de Cristo (que, por cierto, carece de
carne y sangre en su estado glorioso, celestial).
Lo
más probable es que se refiere a la bendición que se pronunciaba en la oración
inicial que comenzaba diciendo:
· “¡Bendito seas, Señor!”.
3)
L. Morris.
Da como probable la explicación de por qué menciona Pablo en primer lugar la Copa, al ser así que el Señor bendijo primero, y partió, el Pan. “Este orden, dice, puede deberse al deseo de poner de relieve el derramamiento de la sangre del Señor. O también podría deberse al hecho de la prominencia que se daba a la Copa, junto a la insignificancia del Pan, en los sacrificios paganos a los que Pablo va a referirse a continuación”.
4)
“comunión”.
El
vocablo “comunión”, que el apóstol usa
dos veces en el versículo 16, no tiene nada que ver con la frase “tomar la comunión”, según la entienden los
catolicosromanos, sino que conserva su significado bíblico (comp. Hech. 2:42 y
1 Jn. 1:3, entre otros lugares) de “compartir con
alguien” algo que no se disminuye, sino que aumenta, con el número
de los que de ello comparten.
Su
sentido aquí no es que quien participa de la Cena
del Señor tome de ninguna manera el
cuerpo y la sangre del Señor, los cuales, de suyo, no confieren ningún provecho
espiritual (v. Jn. 6:63), sino que quien recibe con fe el Pan
y EL Vino de la Mesa del Señor,
reaviva en sí el recuerdo de lo que Jesús llevó a cabo por nosotros en la Cruz
del Calvario.
Dice Trenchard: “De este modo, al participar en los símbolos, manifestamos nuestra participación espiritual, por la fe, en todo el profundísimo significado del Sacrificio realizado, confirmando nuestra unión espiritual con el Señor por medio de su obra”.
5)
Cuerpo De Cristo. (v. 17).
De redacción demasiado concisa, se aclara algún tanto: “Al haber un solo pan, nosotros, aun siendo muchos, somos un
solo cuerpo, porque todos participamos (gr. metékhomen,
llevarse cada uno una parte; no es el mismo verbo del
v. 20, pero sí del v. 21b) de aquella única
pieza de pan”.
Este versículo, al que no se le suele dar la
debida consideración, significa lo siguiente: La
hogaza [cocido al fuego] de pan que partimos, y de la que participamos todos los
que celebramos la Cena del Señor, es una sola.
Esta hogaza [pan que pesa dos libras] es símbolo, no sólo del cuerpo físico de Jesús, sino también del Cuerpo de Cristo que es la Iglesia (v. 12:12 y ss.). Al formar todos un solo Cuerpo con Cristo, manifestamos la unidad de la Iglesia al participar todos del mismo único pan.
6)
Sacrificios
A Los Ídolos. (vv. 18-21).
Los Sacrificios Ofrecidos a Los ídolos (vv. 18-21), en lo
cual hay muchos detalles dignos de notar:
(a) Téngase en cuenta
que Pablo NO VE EN LA CENA DEL SEÑOR NINGÚN
SACRIFICIO (contra la opinión de la
Iglesia de Roma hecha “dogma de fe” en el Concilio de Trento); por eso, intercala
el versículo 18, a fin de hacer la comparación entre los “sacrificios” y el “altar”
de Israel según la carne (para distinguirlo de
la Iglesia, que ya no ofrecía sacrificio, ni tenía más altar que Cristo mismo,
(Heb. 13:10) y los sacrificios ofrecidos a los
ídolos (vv. 19, 20).
(b) Por eso, el
apóstol no hace comparación entre “altares”,
sino entre “mesas” (gr. trápeza):
la Mesa del Señor, y la mesa donde
se comía lo sacrificado a los ídolos, a la que se llama mesa de los
demonios (v. 21).
“No podéis beber la copa
del Señor, y la copa de los
demonios2); no podéis participar de la mesa del Señor, y de
la mesa de los demonios”. (v. 21).
(c) La razón por la
que la llama así es que, en realidad, como ya ha dicho otras veces, los ídolos no
son nada (v. 19), por lo que tampoco tiene ninguna cualidad sagrada lo
que a ellos se ofrece (v. 19b). Así que, a fin de cuentas, lo que los gentiles sacrifican, lo sacrifican a los
demonios (que es realmente lo que hay detrás de las vanas imágenes sin vida de los
ídolos), y no a Dios (v.
20).
(d) Por consiguiente,
concluye Pablo, “No podéis beber la copa del Señor, y la copa de los
demonios2); no podéis participar de la mesa del Señor, y de
la mesa de los demonios”. (v. 21).
La
razón es clara:
Participar de la mesa del Señor es tener comunión
con el Señor (v. 16), mientras que
participar de la mesa de los ídolos es
tener comunión con los demonios (v. 20b).
“Antes digo que lo que los gentiles sacrifican, a los demonios lo sacrifican,
y no a Dios; y no quiero que vosotros os hagáis partícipes con los demonios”. (1 Cor. 10:20).
NOTAS:
Detrás
de este pasaje hay tres ideas; dos de ellas son características del tiempo en
que vivió Pablo; la tercera es válida para todos los tiempos:
(1) Como ya hemos
visto, cuando se hacía un sacrificio se le devolvía
al que lo ofrecía una parte de la carne para que hiciera una fiesta.
En tal fiesta se creía que el dios estaba presente. Más
aún: se solía creer que, después de
sacrificarle el animal, el dios mismo tomaba posesión de la carne y, en el
banquete, entraba en los cuerpos y los espíritus de los que la comían. Exactamente como se formaría un vínculo
inquebrantable entre dos personas que comieran cada una el pan y la sal de la
otra, así en una comida sacrificial se formaba una comunión íntima entre el dios y el
adorador. La persona que sacrificaba era
partícipe del altar en un sentido muy real: creía
que entraba en una comunión íntima con el dios.
(2) Entonces todo
el mundo creía en los demonios. Los demonios
podían ser buenos y malos; pero lo más corriente era que fueran malos. Eran
espíritus intermediarios entre los dioses y las personas. Para los griegos,
como para muchos pueblos primitivos hoy en día, cada manantial, seto, montaña,
árbol, corriente, estanque, roca o lugar tenía su demonio. «Había dioses en todas las fuentes y en todas las cimas;
dioses que respiraban en las brisas y centelleaban en los relámpagos; dioses en
los rayos solares y en las estrellas; dioses que se desperezaban en los
terremotos y en las tormentas». Todo el mundo estaba abarrotado de
demonios. Los judíos los llamaban shedim.
Eran espíritus malos que acechaban en las casas vacías, que merodeaban «por las migajas del suelo, el aceite de los candiles, el
agua que se bebía, en las enfermedades que atacaban, en el aire, en las
habitaciones, día y noche».
(3) De este antiguo conjunto de creencias se deriva un
principio permanente: Una persona que se ha sentado a la mesa de Jesucristo no
puede ir a sentarse a la mesa que es un instrumento de los demonios.
Si alguien ha participado del cuerpo y de la sangre de Cristo hay cosas de las
que no debe participar.
Una de las grandes
estatuas de Cristo es la de Thorvaldsen; después de tallarla,
le ofrecieron un contrato para tallar una estatua de Venus para el Louvre. Su respuesta fue: "La
mano que ha tallado la forma de Cristo no puede luego tallar la forma de una
diosa pagana».
Cuando el príncipe
Charlie iba huyendo de la muerte, ocho hombres de Glenmoriston le ofrecieron
refugio. Estaban fuera de la ley y eran todos criminales; se le había puesto
precio a la cabeza de Charlie, 30,000 libras esterlinas de entonces; aquellos
hombres no tenían ni un chelín entre todos, pero le escondieron varias semanas,
y le mantuvieron a salvo, y ninguno de ellos le traicionó. Fueron pasando los
años, y la rebelión no llegó a ser más que una vieja y triste historia.
Uno de aquellos ocho que se llamaba Hugh Chisholm consiguió llegar a Edimburgo. La gente estaba interesada en lo que contaba del príncipe, y hablaba con él. Era pobre, y a veces le ofrecían dinero; pero Hugh Chisholm siempre daba la mano izquierda: decía que, cuando se marchó el príncipe Charlie, les había dado la mano a los ocho, y él había jurado que no le daría nunca a nadie la mano que le había dado a su príncipe*).
1.3.
No Provocaremos a Celos A Dios: (v.
22):
El apóstol concluye esta sección con una serie advertencia
formulada en dos preguntas:
· “¿O provocaremos a celos al Señor?
¿Somos más fuertes que él?”
(V. 22).
“provocar a celos3)” es un verbo
distinto del usado en el versículo 9, y nos recuerda la idea
veterotestamentaria del Dios celoso de su gloria como único Salvador y Dueño de
Israel, en contraste con los dioses falsos que no servían para nada.
Así,
pues, el celo de Dios se encendía de modo especial cuando el pueblo se
entregaba a la idolatría.
Sobre la segunda pregunta comenta J, Leal:
· “La advertencia final es de un profundo sentido de la pequeñez humana y de la grandeza de Dios. El hombre no puede luchar con Dios. Su postura debe ser la de someterse y no irritarle”.
Concluye:
*) Era verdad en
Corinto, y es verdad ahora y dondequiera, que la persona que ha tocado las
cosas santas de Cristo no puede manchárselas después con cosas mezquinas e
indignas.
Por
consiguiente, los creyentes no deben tomar parte en fiestas paganas,
puesto que, sí lo hacen, pueden ser blanco de
ataques demoniacos (v. 20).
Los cristianos no deben tomar parte
en fiestas paganas.
____________
Nota Y Bibliografía:
1) H1892 hebel = (הֶבֶל, H1892),
«hálito, aliento, suspiro; vanidad; ídolo».
Hay cognados de este nombre en siríaco, arameo tardío y arábigo. Con excepción
de 4, los 72 ejemplos están en poesía (37 en Eclesiastés).
Primero, el vocablo
significa que el «aliento» humano es pasajero: «Abomino de mi vida; no he de
vivir para siempre; déjame pues, porque mis días son vanidad [lit: «solo un
suspiro»]» (Job 7:16).
Segundo, hebel significa
algo sin sentido ni propósito: «Vanidad de vanidades, dijo el Predicador … todo
es vanidad» (Ecl. 1:2).
Tercero, el término se
refiere a un «ídolo», que no tiene
sustancia ni valor; es vano: «Ellos me movieron a celos con lo que no es Dios;
me provocaron a ira con sus ídolos» (Deut. 32:21 rvr: primer caso; «vanos ídolos» bj). (VINE).
2) G1140 daimonion = (δαιμόνιον, G1140),
no un diminutivo de daimon, Nº
1, sino neutro del adjetivo daimonios,
perteneciente a un demonio. Se traduce demonios en todos los pasajes en que
aparece, a excepción de Hech. 17:18, donde denota una deidad pagana inferior.
Los demonios son los agentes espirituales que actúan en toda idolatría. El
ídolo en sí no es nada, pero cada ídolo tiene un demonio asociado que induce
idolatría, con su adoración y sacrificios (1 Cor. 10:20-21; Ap. 9:20; comp. Deut.
32:17; Is. 13:21; 34:14; 65:3, 11). Diseminan errores entre los hombres, y
tratan de seducir a los creyentes (1 Tim. 4:1). Como espíritus seductores
engañan a las personas a la suposición de que a través de mediums (los que poseen «espíritus familiares», Lv. 20:6, 27, p. ej.)
pueden tener comunicaciones con seres humanos fallecidos. De ahí el destructivo
engaño del espiritismo, prohibido en las Escrituras (Lv. 19:31; Deut. 18:11; Is.
8:19). Los demonios tiemblan ante Dios (Stg. 2:19); reconocían a Jesús como
Señor y como su futuro Juez (Mt. 8:29; Lc. 4:41). Cristo los echaba fuera de
los seres humanos con su propio poder. Sus discípulos lo hacían en su nombre, y
ejerciendo fe (p.ej., Mt. 17:20).
Actuando bajo la autoridad de
Satanás (comp. Ap. 16:13-14), se les permite a los demonios
afligir con enfermedades físicas (Lc. 13:16). Siendo impuros, tientan a los
seres humanos con pensamientos impuros (Mt. 10:1; Mr. 5:2; 7:25; Lc. 8:27-29; Ap.
16:13; 18:2, etc.). Difieren en grados de maldad (Mt. 12:45). Instigarán a los
gobernantes de las naciones al final de esta edad a que hagan guerra en contra
de Dios y de su Cristo (Ap. 16:14). (VINE).
3) parazeloo = (παραζηλόω, G3863), provocar a celos
(para = al lado, usado
intensivamente, y Nº l). Se halla en Rom. 10:19 y 11:11, de los tratos de Dios
con Israel mediante sus tratos misericordiosos con los gentiles; en 11:14: «pueda provocar a celos», del ministerio evangélico
del apóstol a los gentiles, con la intención de mover a sus connacionales a un
sentimiento de su necesidad y de sus responsabilidades con respecto al
evangelio; en 1 Cor. 10:22 , de los creyentes provocando a Dios al menospreciar
su relación con Dios al participar de la mesa de los demonios; en Gál. 5:20 ,
de las obras de la carne. (VINE).
- MATTHEW, Henry. “COMENTARIO BÍBLICO”. Edit.
CLIE. Pág. 1622.
- e-Sword-the. LEDD. Mundo Hispano.
- Biblia de Estudio RYRIE.
- Pastor: Carlos
Ramírez Jiménez. 18//2//2024. MISIÓN BAUTISTA: “Emanuel”.
Ciudadela de Noé. Los Cardos Mz.
E-Lt.18. III Etapa. Cerca del Hospital Regional II. Cel. 937-608382-Tumbes.
charlyibsh@hotmail.com
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